CARPE DIEM!

Mis sonrisas diarias

sábado, 19 de noviembre de 2011

Sueño 16: Dulcura

Con impaciencia recuerdo que bajaban del coche y corrian haber quien podia darle primero al timbre su padre les regañaba con una cariñosa voz de comprension y ellos bajaban la cabeza, su madre colocaba las mangas a Susan, le daba a Jacqueline su libro y a Joe le daba su gran tractor amarillo los tres me abrazaban compulsiamente, despues se sentaban junto a la chimenea y volvian a llamar al trimbre presentadose asi sus primos Hector, Marina y Jesus. Mientras yo preparaba unas magdalenas Hector y Jesus jugaban con su futbolin,   Jacqueline se sentaba al lado de Alberto, su abuelo, y también mi marido, y leia cada palabra que no entendia se la preguntaba a el, Marina cuidaba de Susan y le contaba historia, incluso a veces la dormia en su regazo. Cuando terminaba las magdalenas todos nos sentabamos alrededos del fuego Alberto y yo encima de un cojínpara no lastimarnos, mientras ellos comian inconscientemente y atraidos por su olor las magdalenas normalmente acompañada de leche o chocolate caliente, mientras nosotros contabamos historias remotas, todos quedaban boqueabiertos, y por ultimo sus padres los recogian y todos contaban su aventura, y asi repetidos sabados. Hasta que un dia todo acabo, anbas familias pelearon por cierto problema en herencia, y estos necios como la opacidad de un cristal ,  no dejaron que los niños siguieran juntándose y las reuniones familiares (cumpleaños, fiestas...) se fueron cancelando hasta tal punto de dejarnos prácticamente aislados de nuestra propia familia, y así las visitas eran trimestrales e individuales, y nos fuimos marchitando sentados en el sillón, hasta que un día caí enferma, era demasiado fuerte aquella enfermedad como para poder enfrentarme a ella y justamente el 12 de diciembre me sumí a un descanso eterno, cuando conseguí despedirme de todo lo que quería eche una ojeada a las dos familias en disputa y estaban juntas lamentándose de lo que habían hecho, me di cuenta que mi muerte había unido a aquella familia de nuevo, así que después de todo mi muerte a sido buena. Así que un día hice unas magdalenas y las deje junto a una nota en la mesa de el pasillo principal. Aquellas magdalenas aliviaron el dolor de todos por instantes. Y ahora me siento feliz, porque mis niños ya son mayores y mis hijos están preparados para ser abuelos.

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