CARPE DIEM!

Mis sonrisas diarias

domingo, 23 de marzo de 2014

Sinestesia de los sueños rotos

Me he dado cuenta lo mucho que la quiero.
Me he dado cuenta de que sus labios eran miel y sus ojos sabían a canela ¿que como lo se? Porque he escuchado el susurro de sus ojos y probado cada penetrante mirada que me dirigía, no eran miradas de odio, eran miradas de seguridad.
Cada vez me gustaba mas analizarla.
Desde ese pelo alborotado que le caía a capas sobre los hombros, pasando por esos ojos color chocolate que escondían un secreto que ni el mejor enigmatista podía resolver y su sonrisa llena de hoyuelos
hasta su piernas perfectamente alineadas y sus pies finos y frágiles con los que podía escuchar como la arena de la playa se estremecía cuando solo cuando ella pisaba.
Desde pequeño siempre pude tener la oportunidad de oír, ver, sentir, oler y degustar lo que nadie podía oír, ver, sentir, oler y degustar.
La gente pensaba que se trataba de una enfermedad. Podía usar este don de mil formas, porque realmente podía oler el miedo, probar palabras, ver sensaciones, escuchar el silencio...
Viví marginado durante toda mi vida, hasta que escuche a la envidia, gritaba desesperadamente.
Me estaba volviendo loco, corrí a lo largo de la calle, casi me estalla la cabeza, me tape los odio, quería que parasen, entonces la ví, estaba tomando un café. Escuche entonces como los sueños de aquella chica se resquebrajaban como un cristal y como la gente de su alrededor olía a rencor.
Ella me miro y sus pupilas se dilataron, se me paró el corazón al verla en ese momento solo existía ella y el ruido de sus ilusiones.

-¿Sinestesia? - preguntó
Asentí, sentía miedo, como nunca lo había sentido, sentía inseguridad por primera vez y mi don se mermaba cada vez que sus labios se movían.
Entonces su voz pendía de un hilo y me susurro
- Lo cierto es que yo también tengo esa "cualidad" desde niña, y ahora escucho comos tus sentimientos crecen y puedo ver como tus sentimientos se paran.- En un susurro aun menor me confesó- Tus ojos saben a miedos y huelen dudas infinitas.
- Lo tuyos saben a seguridad y a canela- pude decir antes de sus labios me cortase la respiración.
Odiaba los besos, pero en los suyos veía una sensación inigualable.
Pero poder ver las mentiras, sentir el malestar, probar los desengaños, nunca llega a ningún sitio.
Lo único que recordaba de aquella noche era como ella hacia la maleta y tomaba ese avión, que simplemente decía: Hasta nunca.
Desde la ventanilla del avión podía escuchar sus lágrimas caer y ella sin embargo escuchaba el ruido de los sueños y las ilusiones romperse de nuevo.

Y por eso desde esa noche la vida de los taciturnos se esconde entre las dulces noche de insomnio y la sinestesia de los sueños rotos.